miércoles, 24 de septiembre de 2008

Piedad Bonnet


foto de Manolo Casadiego

Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces, de tedio, de agonía,
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas y me arrullo
en las noches y me canto canciones para espantar el miedo,
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
y a despojarme sin remordimientos?
¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar,
con tanto día y tanto aniversario, con tanta juventud a las espaldas,
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe
un mundo entero en el costado izquierdo?
¿Qué hacer ahora que ya no soy más joven
si todavía no te he conocido?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mido mis límites de espacio,
mis límites de conciencia,
mis límites de edad.

Y me resiento ante la idea de una edad infinita,
de un espacio ilimitado,
de una conciencia eterna.

Porque me es difícil aceptar un espacio ilimitado
viviendo entre paredes,
porque me es difícil aceptar una edad infinita
viviendo sólo años,
porque me es más difícil aceptar una conciencia eterna
viviendo entre un sí y un no.

Anónimo dijo...

Y las cosas suceden
y se pierden en el mar.

Luego
queda el gesto en el espacio
o quizá
un temblor que equivocó su cuerpo
o quizá
la ráfaga de polvo confundida con el polvo
o quizá
tan sólo yo
y el silencio de mi nombre
y de mis días.