miércoles, 5 de mayo de 2010

Descubriendo a Mario


Déjame, no me retengas
en tu memoria
estaba escrito en el testamento
y era un golfo
de beatitud en la nada
o un paraíso
de luz y vida abierta
sin la cruz de la existencia
que surgía de los papeles
mohosos del cajón.
Y eso no la ofendía,
le nacían, y no sintió pesar primero
y después alegría,impensadas latitudes
en las profundidades del deseo,
fíjate, la arrastraba
un celestial exceso
fuera de aquella mini historia,oh gracia.
Se desligaban
el uno del otro ambos
y cualquier otro allí presente,
se perdían,sí,
pero se reencontraban
perdidos en la infinidad de la pérdida-
era aquél el sueño humano
de lo absoluto puro.

3 comentarios:

Marina dijo...

Hola guapa. Me gusta el poema. No conocía al autor.
Besos de primavera.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Ese reencuentro...

SILVIA dijo...

tampoco yo tenía conocimiento del autor, y confieso que me encantaron los versos. Una vez más, gracias por compartir. Besazos!!!