viernes, 8 de mayo de 2020

Un cuento para mi nieto Enzo



Mi nieto Enzo me acompañaba al río a recoger juncos para hacer un cesto. A Enzo le gustaba mucho porque se descalzaba al llegar a la verde pradera que siempre hay en la vereda del río y le agradaba el frescor y las cosquillas que la hierba le producía en sus pies, también le gustaba mirar las ranas y las culebrillas moverse en el agua, mientras yo recogía juncos, siempre los más flexibles. Enzo miraba extasiado las ondulaciones y los brillos del riachuelo. El niño, inquieto y curioso me pregunta:

- ¿ Abuela de donde viene el río?
- Pues el río viene de la montaña Enzo, y también del manantial donde surge su agua...
-  ¿Abuela, y por qué viene el agua de allí?

Queriendo satisfacer su curiosidad y entretenida por la conversación, me invento un cuento para que lo guarde en la memoria.

- Mira Enzo, el agua viene del cielo en forma de lluvia  y es un regalo que el sol, la luna, y las nubes, le hacen a la tierra. La tierra, al hacerle cosquillas la lluvia, le agradece a sus amigos el regalo del agua, y enseguida  hace crecer los árboles, la pradera y las plantas. Todos son muy amigos y se llevan muy bien, y si  están  contentos, es porque nosotros que vivimos en la tierra, nos portamos bien con la naturaleza. Entonces,  el sol y la luna lloran de alegría, y le dicen a su amiga la nube que recoja el agua de sus lagrimas y las reparta por las tierras de los hombres que lo merecen.  

- Pero abuela, ¿y si los hombres se portan mal y se olvidan de respetar la naturaleza?

- Pues Enzo, a veces los hombres no respetamos las reglas de la naturaleza y nuestros amigos el sol y la luna lloran mucho, tanto, tanto, que sus amigas las nubes, se ponen muy negras de recoger muchas lágrimas y se enfadan tanto, que descargan todo el peso del agua en la tierra provocando inundaciones y le mandan bufar a su amigo el viento provocando tempestades y temporales para castigarnos, para que aprendamos a respetarnos y a respetar y, sobre todo, a no hacer daño a la madre tierra donde vivimos.

Enzo me mira muy serio mientras ayuda a recoger los juncos. Emprendemos la marcha de regreso a casa...

- Abuela, ¿sabes qué?...
- Díme Enzo...
-Te prometo que yo siempre voy a cuidar la naturaleza para que nunca más se enfade con nosotros...

-...a lo mejor tú si lo haces, Enzo, pero otros amigos tuyos no....
- Abuelaaaaaa que yo ya sabré convencerlos..., que ya soy mayor.

Lo miro, me sonríe, me sonrío satisfecha, le acaricio su negro pelo, viendo que ya aprendió la lección.

2 comentarios:

Gonzalo dijo...

Maravilloso...me encanta! Se lo contaremos mucho, seguro será de sus favoritos...

Pedro Ojeda Escudero dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.